¿Por qué aún no somos Budas?
- dingirfecho
- 21 nov
- 6 Min. de lectura

Una investigación sobre el tiempo, la métrica y la práctica
Por Lama Federico Andino
(de una Charla en Girando la Rueda del Dharma)
El Mala Falso y la Pregunta Incómoda
Hace poco estuve en una reunión familiar. Mi madre, tratando de sacar tema de conversación con un señor invitado de origen chino, le comentó orgullosa que su hijo —es decir, yo— era budista. El señor, muy serio, me miró y negó rotundamente tal posibilidad.
—No, él no puede ser budista —sentenció—. Primero, lo vi comiendo carne. Y segundo, es argentino.
Yo intervine, intentando explicar que en el budismo tibetano se come carne y que la nacionalidad no es un impedimento para la iluminación. Pero el señor, mirando mi mala (el rosario budista), insistió:
—Ese collar debe ser falso.
Mi madre me miró preocupada: "¿Es falso tu mala?". Yo me reí. ¿Cómo puede ser falso un mala? Mientras tenga cuentas y sirva para contar respiraciones, es verdadero. Pero para aquel señor, todo era falso porque yo no encajaba en su imagen idealizada y rígida de lo que debe ser un budista.
Esa anécdota, aunque graciosa, esconde un síntoma profundo que confirmé en mi reciente viaje a Portland, Estados Unidos. Allí, rodeado de la "industria budista", una mujer me dijo algo que me heló la sangre:
—No sé para qué practicamos tanto, si total nunca vamos a ser Budas. El tiempo de los Budas ya pasó.
Esta declaración es el corazón de este escrito. ¿Es cierto? ¿Estamos condenados a practicar eternamente sin llegar a la meta? ¿O acaso hemos perdido el mapa?
Los Dos Extremos del Péndulo
En el budismo actual, especialmente en Occidente, nos encontramos atrapados entre dos posturas extremas y peligrosas.
Por un lado, tenemos la Iluminación Discursiva. Es la postura del "Yo soy Buda porque lo digo yo". Vemos gente que se autoproclama iluminada, profeta o Rinpoche basándose puramente en un discurso. Es el síndrome del "Shri Shri Shri", donde la iluminación es un título nobiliario que uno se inventa para ganar estatus. No hay pruebas, no hay sostén, solo ego disfrazado de dharma.
Por el otro, está el Derrotismo Histórico. Es la postura de aquella mujer en Portland: "Ya no hay Budas. Los monjes tienen escándalos, los maestros fallan, así que la iluminación es un mito del pasado". Esto es igual de dañino, porque convierte la práctica en un ritual vacío, sin esperanza de fruto.
Si el budismo es un camino, debe tener un destino. Si quitamos el destino, solo estamos caminando en círculos.
Sakya Pandita, uno de los grandes sabios del budismo tibetano, hizo un análisis cronológico de la literatura budista. Se preguntó: ¿Cuánto tiempo tarda, en promedio, una persona en iluminarse si practica seriamente? La respuesta no es "nunca", ni "tres vidas", ni "instantáneamente". El promedio es doce años.
Doce años. Es el tiempo que lleva hacer una carrera universitaria y un posgrado. Es un tiempo humano, manejable. Entonces, si llevamos veinte o treinta años practicando, ¿por qué no somos Budas aún? La respuesta es que quizás no estamos midiendo nuestro progreso.
El "Budómetro" y la Ciencia de la Práctica
Como científico e investigador, además de Lama, me interesa lo que podemos probar. No me interesan las discusiones dialécticas sobre quién es más santo. Me interesa saber si la "medicina" del Dharma está funcionando.
Todas las escuelas budistas, ya sea Zen, Theravada o Vajrayana, tienen sus propios mapas. Tienen lo que yo llamo jocosamente un "Budómetro". Generalmente se basan en los Bhumis (niveles o tierras). Para simplificarlo y hacerlo universal, junto con la Fundación Conecta y la Fundación Vajrakula, estamos desarrollando métricas de progresión. Hemos identificado tres grandes etapas por las que todo practicante debe pasar. Si quieres saber por qué no avanzas, tienes que saber en qué etapa estás.
Etapa 1: La Entrada y la Adherencia
Esta es la etapa del principiante, del "budi-curioso". Aquí, la persona se acerca al budismo quizás buscando paz, o porque le gusta la estética, o porque quiere sufrir menos.
Lo único medible en esta fase son los hábitos y la impulsividad. El objetivo de esta etapa no es tener visiones místicas, sino lograr adherencia.
¿Eres capaz de sentarte a meditar todos los días o solo cuando tienes ganas?
¿Puedes dejar comportamientos adictivos? Si fumas un atado diario, ¿bajas a medio?
¿Puedes reconocer lo que es bueno y seguirlo, y reconocer lo que es malo y dejarlo?
El gran obstáculo aquí es la inconstancia. Mucha gente se queda estancada décadas en esta etapa porque practican solo cuando las condiciones son ideales.
Etapa 2: Estabilidad, Causas y Condiciones
Una vez que la disciplina está instalada, entramos en la fase de estabilidad. Aquí ya no luchamos para sentarnos en el cojín; nos sentamos porque es lo que hacemos.
Pero surge un nuevo desafío: La Interdependencia. En la Etapa 1, uno se preocupa por su práctica. En la Etapa 2, uno se da cuenta de que no puede practicar en el vacío. Si comes mal, meditas mal. Si tu entorno es violento, tu mente se agita. Si los seres sufren, tú sufres.
Aquí medimos la resiliencia, que es la verdadera prueba de fuego. Yo pregunto a mis alumnos: "Se murió tu abuela hace tres meses... ¿Ese día meditaste? Te dejó tu pareja... ¿Ese día practicaste?". Si la respuesta es "no, estaba muy triste", sigues en la Etapa 1. El practicante de Etapa 2 medita especialmente cuando el mundo se derrumba. El Buda meditó hasta el día de su muerte.
Aquí es donde integramos la ética con la realidad. Es el dilema del soldado budista o del policía: ¿Cómo mantengo mis votos de no dañar en un entorno hostil? No hay respuestas fáciles, pero el mero hecho de sostener la pregunta y la práctica en medio del caos es la señal de avance.
Etapa 3: La Integración Yóguica
Esta es la etapa avanzada. Aquí, el practicante ya no "hace" budismo; el budismo
lo hace a él. Es lo que en el Zen llaman "un solo sabor": el Samsara y el Nirvana dejan de ser distintos.
Paradójicamente, aunque esta etapa es muy espiritual, tiene métricas biológicas y físicas muy claras, a menudo llamadas Siddhis o logros.
Tumo: En el Vajrayana, podemos medir con un termómetro si un practicante puede subir su temperatura corporal a voluntad. Es un hecho físico.
Sueños Lúcidos: Podemos medir si una persona tiene control consciente mientras duerme (moviendo los ojos en patrones específicos durante la fase REM).
Samadhi: Podemos medir cuántas horas una persona puede permanecer absolutamente inmóvil, sin mover un músculo, en absorción meditativa.
En historias como Viaje al Oeste o las biografías de Milarepa, vemos estas competencias. No son magia de cuento de hadas; son tecnologías de la conciencia. Si llevas 30 años practicando y no tienes control sobre tus sueños o tu temperatura emocional/física, quizás no has entrado en esta etapa.
La Trampa de la Felicidad
Alguien me preguntó en la charla: "Maestro, siempre escuché que hay que practicar sin expectativas. ¿Medir el progreso no es crear expectativa?"
Es una gran pregunta. Y la respuesta es una paradoja. Al principio, en la Etapa 1, debes practicar sin expectativas, solo para domar la mente. Pero si sigues practicando "sin buscar nada" después de 20 años, te conviertes en un turista espiritual.
El budismo no es para ser feliz. Si lo que buscas es estar bien, relajado y feliz, estás buscando un mejor Samsara. Estás decorando la celda de la prisión. El budismo es un camino hacia la muerte del ego y la liberación de la confusión. Es revolucionario. Si tu práctica solo te sirve para tolerar mejor el estrés de tu trabajo o para ignorar una marcha violenta en la calle, no es Dharma, es anestesia.
Hay que ir al borde. Como en el yoga: el trabajo real ocurre justo antes de que el estiramiento se convierta en dolor. En la meditación, debes ir a donde está el miedo, a donde está la incomodidad. Si hay una marcha violenta, medita en la marcha. Si hay ruido en casa, integra el ruido.
Encuentra tu Mapa
¿Por qué no somos Budas? Porque a menudo no sabemos que hay un camino. Porque nos perdemos en el ruido de internet, donde nos dicen que tomemos hongos, que recemos a Shiva o que compremos un curso de mindfulness para ejecutivos.
Mi consejo es simple: vuelve a tu escuela, sea cual sea, y busca su mapa tradicional. Ubícate: ¿Estás en la etapa de adherencia, en la de estabilidad o en la yóguica? No saltes pasos y, sobre todo, deja de buscar confort.
Es posible. No en tres eones incalculables, sino en esta vida. Pero requiere que dejemos de jugar a ser budistas y empecemos a entrenar como Budas.
Girando la Rueda del Dharma, 21 de Noviembre, 2025.



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